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Pedido por la libertad de lo que somos

Ayer un querido amigo de treintaypico me preguntó con toda inocencia, y bastante incredulidad, si las mujeres son tan sexuales como los hombres.


Así estamos. Hombres de todas las edades naturalizando una forma de sexualidad descontrolada, exhibida y manipuladora. Creyendo el verso de que la mujer es un ser misterioso, que no es tan sexual pero que cuando dice que NO quiere decir SÍ, que no sabe lo que quiere, que su palabra no vale y que el objetivo ulterior es convencerla de dejarlos entrar en su cuerpo. No oyen el NO o el NO SÉ; insisten. El sexo como juego de poder. Entonces la mujer nunca aprende a detectar su propio deseo, y a ir activamente tras él. La sexualidad de esa mujer se convierte en una consecuencia del deseo de ese hombre. No hay encuentro. A la mujer no la ven. Ven un cuerpo como un tablero de dardos, donde cada parte da puntos y cada hombre hace lo que sea por embocar donde los medios dicen que da más hombría. La mujer ni siquiera está presente; ellos simplemente se masturban usando de juguete un cuerpo ajeno. Siguen el manual social, dando y pidiendo actos como si fueran servicios, y evaluando la calidad. Es el sexo en la era capitalista. Lo aprendieron viendo pornografía, viendo Tinelli (que es pornografía pública masiva), viendo anuncios de televisión, pasando por cada puesto de revistas...


Salen a la calle y escupen su mirada y sus palabras rapaces sobre mujeres y chicas de todas las edades que ya tenemos el cuerpo rigidizado y contraído de caminar a la defensiva en cada cuadra. Así nos someten. Nos manosean con palabras, con miradas... si tenemos suerte de que no sea con las manos. Nos transforman en un show, nos hacen sentir que la vida es una pasarela donde estamos siempre sujetas a la mirada del otro. Nos hacen creer, desde chicas, que somos un objeto a ser evaluado y manejado por otros. Muy conveniente para la industria de la moda, la cosmética y todo lo que apunta al "arreglo" personal. Algunas se insertan plástico en las tetas para cumplir al menos con esa valoración que parece ser la única a la cual poder aspirar. Otras, que hacen desde hace años el trabajo interno de descontaminarse de toda esa violencia, se animan a disfrutar de sus cuerpos al sol en la playa. Y les recuerdan que eso es inaceptable: ¿cuerpos relajados y tetas naturales disfrutadas por sus propias dueñas? ¿Dónde se vio? ¿Cómo se atreven a "mostrarse" como son? ¡Una denuncia contra estas "provocadoras"! Ni siquiera se concibe que la mujer exista, sea... la mujer sólo es concebida como un espectáculo, como alguien que se muestra y que incita. Como si la mujer viviera en función de lo que sucede dentro del hombre. Nos culpan de "causar" efectos, de andar por la vida en el cuerpo que la vida nos dio, porque ellos no saben ver, no saben respetar, no saben amar, no saben lo que es una mujer. Nunca vieron una. Lo único que conocen son imágenes retocadas, maltratadas, rebajadas... Están tan ciegos, tan pervertidos, que incluso les ofende la teta en su función primaria: ¡la teta que alimenta al bebé en el momento y el lugar en que el bebé tiene hambre! Es que las tetas no son para el bebé ni para la mujer que las porta; son para el hombre y el afiche.


Tenemos el cuerpo herido, la mente herida, las emociones al taco. Y entonces nos dicen histéricas, locas.¿Qué más quieren? ¿Disfrutar de su cuerpo en la playa? ¿Ganar lo mismo que nosotros?


Acá nadie gana nada. Vivimos en guerra, y estamos perdiendo todos. No hay encuentro. A la mujer no la ven porque ellos no se ven. No hay contacto del hombre consigo mismo. No se conocen. Viven una sexualidad pobrísima. No tienen idea de lo que les gusta porque siempre se lo han vendido desde arriba. No conocen la delicia de vivir la sexualidad entre pares. Pares que se ríen juntos, que juegan, que fluyen, que exploran, con amor y placer. Y a nosotras nos pasa lo mismo. Pero hace décadas que venimos trabajando, en proceso de des-contaminación, conociéndonos, aprendiendo lo que nos gusta y lo que no, aprendiendo a hacer valer nuestra palabra. Pedimos ayuda, porque es muy difícil hacer ese trabajo cuando en cada cuadra alguien nos devuelve la imagen vieja, nos recuerda que el mundo sigue siendo hostil. Pedimos más hombres que hagan el camino con nosotras; el camino de conocerse, de escuchar, de cuestionarse toda violencia, de cuestionar su mala educación, de dejar de asociar la hombría al maltrato, de frenar al que dice o hace algo que nos está hiriendo a todos, que nos está bajando la calidad de vida porque es anti-vida, anti-amor.


Personalmente, pido hoy que cada persona de esta sociedad herida haga su propio trabajo de detectar su propia violencia (contra sí misma/o y contra otros) y de poner un freno a la violencia que ven. Es un trabajo arduo y constante. Pero es la única manera de encontrarnos con lo que realmente somos.



Buenos Aires, Argentina, Febrero de 2017

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