top of page

Estafa

Anoche llegué a París—con 50 kilos de equipaje encima, sin wifi en el teléfono y menstruando—para encontrar que he sido estafada. El departamento donde me iba a alojar de ahora hasta Navidad no existe, y han desaparecido con la plata. Gracias a mi familia tuve apoyo y dónde dormir. El universo me mandó a una nueva amiga argentina que me consiguió una habitación barata donde pasar unas semanas y poder empezar a vivir la vida que había previsto hacer acá… La vida me tenía otro plan. Todavía no lo entiendo, pero lo enfrento, lo duelo, lo voy aceptando, aprendo, viajo entre la policía, la universidad y las entrevistas laborales, admiro la increíble belleza de los hombres y los mil colores del otoño, habilito una espontánea sonrisa al ver Notre Dame de lejos después de tanto tiempo… me doy una rica cena y trato de aflojar al menos un poquito el cuerpo.


Dejo que el propósito de esto vaya presentándoseme al ritmo que quiera. Suelo ser una persona que, ante las adversidades prácticas, se recupera rápido: acepto inmediatamente lo inevitable y actúo con discernimiento o con intuición o con desesperación, pero actúo y salgo del estancamiento. Esta experiencia es bastante extrema, y no así de lisa. Es muy desafiante, y viene con el peso psicológico de esta especie de emigración tentativa. Pero estoy entera, puedo relativizar y ver claramente que soy afortunada de contar con los recursos que tengo (materiales, lingüísticos y psicológicos) para lidiar con esto. Incluso puedo agradecer que se trata de un problema económico y logístico, y no afectivo o de salud. Agradezco haber aprendido a nunca pagar nada por adelantado sin un respaldo sólido. Agradezco tener la capacidad de expresar en francés casi todo lo que necesito, tener una familia que me apoya y me aliviana en lugar de hacerme sentir culpable, tener amigxs que me sostienen emocionalmente, tener posibilidades concretas de trabajo y saber que esta pérdida de plata va a quedar atrás. Agradezco aprender, entre lo que urge, a configurar prioridades. Agradezco el hecho de que la manera en que estoy viviendo esto es infinitamente más sana de la que habría sido si lo mismo hubiera sucedido hace unos años. Gracias a esto aprendo a ver y valorar una vez más mi propia evolución.

Aprendo a ser más realista. Sigo pensando que no hay seres humanos “malos”, como en un cuento, sino enfermos, desconectados, inconscientes… lo cual no significa que me voy a bancar su enfermedad. Actualizo y ajusto mis parámetros de confianza y sigo afinando mi filtro en todo tipo de vínculo, para asegurarme cada vez mayor calidad de conexiones.


Mientras escribo, sonrío por entre la angustia y la bronca, porque aprendo algo que es una llave cambia-vidas: cuando el afuera me castiga, puedo responder no castigándome yo. Puedo tomar mi responsabilidad y arrojarle la suya. Tan importante como permitirme sentir el dolor, la bronca, los nervios, la culpa, cuando vienen… es permitirme sentir la relajación, la gratitud, la valentía, la expansión, que también vienen. Bienvenida la cara de orto y bienvenida la cara de alegría y bienvenida la cara de lo que sea que aparezca cuando no le hacemos caso al verso del guión social que reza “como esto es una situación de mierda, tenés que estar todo el día arrepintiéndote y maldiciendo”. Realmente no necesito maltratarme. Estoy aprendiendo y me estoy ocupando. Voy a hacer lo mejor con lo que depende de mí. Me robaron la plata y una linda llegada a Francia; si encima yo, voluntariamente, entrego mi buen humor, me estoy haciendo un gran desfavor. Tengo dos opciones: sin la plata y miserable; sin la plata y amorosa. ¿Ustedes qué elegirían?


Como dijo Iyanla Vanzant, “vos importás; cómo te hacés presente importa; cómo hablás importa; quién sos importa; qué hacés importa; cómo hacés lo que hacés importa, porque vos importás”.


Escribo todo esto porque estoy convencida de que compartir con ustedes mis aprendizajes es lanzar al mundo algo inspirador que contrarreste esto vil que otras personas, en su pobreza de espíritu, han decidido hacer. Entre el dolor, maravillada, aprendo que, cuando veo lo peor del ser humano, me da ganas de hacer lo mejor de mí, de expandirme un poco más, de decir “¿ah sí? ¿esto es lo que elegiste hacer vos? Yo no; yo voy a ser aún mejor hoy, y voy a tratarme con amor. Te llevaste mi plata pero no te podés llevar mi espíritu (que seguramente te hace más falta y es algo que nadie te puede dar). Yo salgo y amo y me aman. Buena suerte con eso. Ojalá algún día sepas vivir mejor… mientras tanto, va te faire foutre”.


Ahora me voy a dar una ducha caliente y antes de que termine la semana me voy a llevar a bailar.



París, Francia, Noviembre de 2018

 

Comments


bottom of page